¿Avianca o Satena? El salvavidas económico.
Por: RICHARD MENDOZA ESPÍNDOLA
Abogado Columnista.
La discusión sobre la salvación de la aerolínea AVIANCA Holdings, a raíz de la emergencia por el COVID-19, ya está puesta en la olla, caliente y humeante. Y aunque el tiempo apremia, las negociaciones con el gobierno nacional apenas empiezan. Paralelo a esto, el sentir del pueblo, animado en una acalorada turba de opiniones en redes sociales, no se han hecho esperar, la mayoría de ellas, para rechazar esta divina salvación financiera a una empresa que no ha tenido la mejor reputación en los últimos años. Y es que no podemos evitar pensar en el paro sindical que afrontó la aerolínea; sus molestas tardanzas; el elevado costo de pasajes; las penalidades por cambio de vuelos; y aquellos momentos de emergencia nacional por derrumbes donde estiramos la mano, suplicantes de ayuda, sin que la aerolínea tuviera compasión. El sentimiento de rabia emerge y queremos que pague por sus pecados.
A este fragor de indignación ahora se ha sumado una opinión que ha venido de varios sectores y parece ir tomando fuerza y volumen, al menos en las discusiones informales: “A la que hay que salvar es a SATENA, la aerolínea de Colombia”. La frase cala en nuestras venas como un grito de guerra nacionalista que hincha nuestro orgullo patrio. Y no es para menos, pues contiene todo el picante que nos hace pensar que no arroparla sería un acto ominoso y traidor. Sin embargo, conocedores de la sed de protagonismo de nuestra arena política, y un rimbombante populismo que acecha la patria a la espera de incautos, nos debe alertar, al menos, a hacer un pequeño alto y consultar la razón. Sin entrar a opinar a qué debe darse prioridad en estos tiempos, si a la población vulnerable o a las empresas, la única reflexión que se aspira en estas letras es para desentrañar el paradigma ¿AVIANCA o SATENA?
Nuestro primer reclamo atiende a lo nuestro. ¿En realidad AVIANCA es una empresa extranjera? Aunque fue fundada allá en el año de 1919 en nuestra adorada Barranquilla, hoy en día la aerolínea ha trasladado su domicilio principal a Panamá, además que el grueso de sus accionistas son extranjeros y su presiente es el holandés Anko Van der Werff. Datos que no dejan duda para levantar nuestro dedo acusador y señalarla de extranjera. Pero llamando a la objetividad, la mayoría de sus operaciones se encuentran en Colombia y emplea a más de 20.000 nacionales. Por otro lado, SATENA será la eterna empresa colombiana, fundada en 1962, de propiedad del estado. Hasta ahora no parece nada descabellada la idea de voltear la mirada salvadora a nuestra domestica aerolínea de Servicio Aéreo a Territorios Nacionales (SATENA) y desatar la venganza a la extranjera. Pero aún nos queda tela por cortar.
No podríamos entender el tema sin hacer referencia al tamaño y cobertura de cada una de las dos aerolíneas. AVIANCA tiene una flota de 144 aeronaves, entre las que se cuentan Boeing B 787-8; A320-200; ATR; entre otras. Con cobertura a 111 destinos en 28 países, en Latinoamérica, Norteamérica y Europa, además de cubrir rutas nacionales. SATENA, por su lado, apenas cuenta con una flota de 10 aeronaves para 37 destinos nacionales y ninguno internacional. Sus aeronaves son pequeñas: cuenta con 7 ATR-42; 2 ERJ-145; y su joya más grande, un Embraer ERJ-170-100-SL. No hay duda que la estatal requiere una descomunal ayuda económica para ampliar su cobertura, pero ¿es factible dejar ahogar a AVIANCA y darle todo el apoyo a SATENA?
Dejar ir a la quiebra a AVIANCA en nombre de nuestra indignación patria no es racional. Esta aerolínea es una vena crucial para la conectividad y la economía del país. La ausencia de ella golpearía a varios sectores económicos y llevaría a un atraso comercial sin precedentes. Un país que no puede viajar por aire a otros países es una isla perdida. ¿En realidad sería tan extremo el panorama? ¿No hay acaso otras aerolíneas? En este punto sigue una pregunta en el aire, o mejor, un planteamiento que no se apaga y hace un estrepitoso ruido: “¿Por qué no aprovechar para que SATENA tome el lugar de AVIANCA?”. ¿Es esto posible? Me apresuro a dar la respuesta obvia: no es posible, al menos no a un corto plazo. La inyección financiera que tendría que hacer el gobierno para hacer de SATENA la primera aerolínea del país desborda todo cálculo posible para nuestra actual economía, y más aun con la emergencia que vivimos. Con el ánimo de tener una somera idea, SATENA tendría que ampliar su flota de 10 aeronaves al menos a 100. Con lo que me permite mis posibilidades de investigación, el fabricante americano Boeing, comercializa la unidad de B-737 serie 800, una de las aeronaves de pasajeros más económicas del mercado, en 83 millones de euros. La versión MAX8 en 95,4 millones de euros; y los Boeing 767-300 ER, en 171 millones de euros. Otras versiones de aeronaves precisas para vuelos internacionales oscilan entre 195 a 265 millones de euros, solo por unidad. Todo esto sin contar con la inversión de infraestructura, operatividad y la gestión comercial.
El último asunto que nos martilla nuestro orgullo nacional es sobre el monto que el gobierno daría para salvar a AVIANCA, y si esta inyección es en calidad de donativo por caridad, contrastando de manera grosera con toda la población vulnerable que clama ayuda. No hay una cifra concreta, pero las fuentes oficiales del gobierno hablan de un monto de 50 millones de dólares, aunque el presidente de la aerolínea, el holandés Van der Werr, ha declarado en medios que lo que piden es un poco más, sin aspirar a las exorbitantes cifras que países como Estados Unidos, Singapur y Francia, han inyectado a sus aerolíneas. Monto que se queda del todo corto para que SATENA reemplace a AVIANCA. El representante de la aerolínea manifiesta que necesitan liquidez con urgencia, y que con la pandemia ahora nadie está dispuesto a invertir en aerolíneas, por lo que se ven forzados a acudir a los gobiernos.
Dejando concluido que la opinión “A la que hay que salvar es a SATENA, la aerolínea de Colombia”, no es más que otra demagogia en búsqueda de protagonismo, sin dejar pasar por alto que por obvias razones el gobierno también debe inyectar capital a su propia aerolínea, SATENA, sin caer en la falacia de que ayudar a una, significa hundir a la otra, aún nos queda un sinsabor: ¿acaso debemos atragantarnos con la espina de la indignación y perdonar los pecados de AVIANCA? En este punto la respuesta también debería ser negativa. Se presenta la oportunidad de replantear reglas de juego. Como también lo manifestó Van der Werff, a raíz de la crisis están dispuestos a negociar de múltiples posibilidades, una de ellas es ceder acciones para que el estado colombiano tenga una importante participación; también se deja en la mesa la posibilidad de que sea un préstamo con gananciales importantes para nuestro erario; y la rebaja gradual de penalidades por cambio de vuelos y precios en los pasajes.